José Blas Valero, director de la Fase de Presencia del Curso de Profesores de Formación Vial

José Blas Valero, director de la Fase de Presencia del Curso de Profesores de Formación Vial

Nuestro entrevistado de este mes es una persona sobradamente conocida en el sector. Presidente de la Asociación de Granada y de la Federación Andaluza de Autoescuelas, y uno de los vicepresidentes de CNAE, recibió de la Confederación el encargo de dirigir las fases de presencia de los cursos XIV, XV y XVI, cuya organización ganó CNAE en concurso público. Hablamos con él justo cuando había terminado la primera y se había iniciado ya la segunda. 

Háganos un balance de la fase de presencia del curso XIV.

Han salido las cosas bastante bien, yo diría incluso que muy bien, y eso que temíamos ciertas dificultades al inicio pues, debido a los recursos y al cambio de empresa adjudicataria, los alumnos tuvieron que esperar muchos meses, con el consiguiente malestar. En ese año y medio de retraso hubo gente que perdió bastante dinero o su puesto de trabajo. Pero en fin, había que dar la cara y CNAE la dio. Al final ha sido una fase totalmente normal. 

Era la primera vez que la Confederación la gestionaba totalmente; otras veces habíamos colaborado y, desde luego, siempre habíamos preparado a los aspirantes para las otras dos fases del curso: la de selección y la de correspondencia, pero en esta oportunidad la responsabilidad era absolutamente nuestra y estoy muy satisfecho con el resultado. 

Aprovecho la oportunidad para felicitar a los coordinadores de las diferentes sedes y a los responsables pedagógicos de CNAE; han trabajado con eficacia y profesionalidad. Añadiré que ha habido más inspecciones que nunca por parte de la Administración y que hemos recibido parabienes unánimes. 

Particularmente, ha sido una de las experiencias personales y profesionales más gratas que he tenido, y eso que llevo muchos años dedicado a la enseñanza. Le estoy muy agradecido al presidente de la Confederación, José Miguel Báez, por haber confiado en mí. Además, he podido actuar con entera libertad.


¿Qué tal ha funcionado la cooperación con la DGT?

La relación ha sido cordial y fluida. No ha habido ningún problema importante. 

Prácticamente ha habido un 100% de aprobados.

Es verdad, los suspensos han sido muy pocos. Se ha tratado de personas que, aunque tenían suficientes conocimientos, no consiguieron demostrar que los pueden transmitir, aspecto que es esencial e irrenunciable en todo tipo de enseñanza. Un profesor que no sepa comunicarse con sus alumnos no puede dar clase. 

¿Es usted partidario de endurecer esta fase de presencia?

Pero es que ha sido muy dura. Al final la gran mayoría de los aspirantes la ha superado pero no sin esfuerzo. Sólo el 60% han aprobado a la primera, por así decir. El resto ha tenido que hacer recuperaciones en una u otra asignatura. Todos han trabajado de un modo concienzudo y desde el primer día hasta el último.

Algunos alumnos nos han comentado que incrementarían el número de clases prácticas.

Es que tiene que ser así. Pero me gustaría hacer una matización. Si hablamos de las clases con los coches, yo creo que con las 23 sesiones actuales, que se convierten en 25 cuando es menester hacer recuperaciones, hay más que suficiente. Otra cosa es si debe haber o no más integraciones de teórica, en las que el aspirante ensaya a dar clase en un aula. Aquí se presenta una dificultad en la que no siempre nos fijamos: un profesor de Formación Vial se enfrenta a una clase de lo más variado: personas que han recibido una buena educación, personas que la han recibido mediana y personas escasamente instruidas. Y, claro está, no puede subdividirse, ni dar tres tipos de enseñanza teórica simultáneamente.

Yo reduciría la parte destinada a recordar la normativa de Tráfico, porque no olvidemos que ya han demostrado que la conocen, y ampliaría el horario consagrado a las integraciones, en las que no sólo han de demostrar que saben una materia, sino también cómo impartirla. 

Y dedicaría un tiempo al aprendizaje de ciertas herramientas informáticas, como el power point, que hoy resultan imprescindibles en el aula.

Por último, aunque sea quizá lo más importante, subiría el nivel para acceder al curso. 

Es una vieja aspiración del sector la de elevar la categoría profesional de los profesores.

Por supuesto, seguimos en negociaciones con el Ministerio de Educación. Ahora tenemos un certificado de aptitud profesional, pero hay que buscar alternativas porque los tiempos exigen una preparación cada vez mejor y corremos el peligro de quedarnos desfasados. No podemos pecar de cortedad de miras.

Sabemos que a usted le ha impresionado una historia relacionada con el curso que acaba de terminar.

Es que ha sido muy emotiva. Uno de los alumnos de la sede de Sevilla ha tenido una enfermedad muy grave, de la que gracias a Dios, se ha curado, pero tuvo que pasar por el quirófano y, sin estar completamente restablecido, insistió en venir a clase. Al final, se salió con la suya y obtuvo el certificado. Admiro su tesón y su capacidad de sacrificio. Ha sido algo realmente conmovedor.

¿Alguna anécdota digna de ser reseñada?

No ha habido muchas, la verdad. Como curiosidad diré que hemos tenido un alumno que es árbitro de fútbol.