No poseer un coche no nos exime de saber conducir

Un joven se alegra de haber obtenido el permiso

Estamos en la Semana Europea de la Movilidad. Es una buena ocasión para recordar que ciertos estudios indican que los jóvenes ya no consideran tan importante ser propietarios de un vehículo a motor. Ahora bien, no poseer un coche no nos exime de saber conducir.

La gente, sobre todo la gente más joven, está aprendiendo a diversificar sus modos de desplazamiento, principalmente en el ámbito urbano. Tiene a su disposición una serie de alternativas al automóvil: el transporte público, los vehículos a motor de dos ruedas, el coche de alquiler (eléctrico o no), la bicicleta… Ah y también puede hacer uso de sus piernas, que no está prohibido y lo recomiendan los médicos.

Otra opción es compartir el automóvil con otras personas, a fin de acudir al trabajo o a la universidad, práctica cuyas dos modalidades reciben en inglés los nombres de carsharing y carpooling.

Hándicap

Razones económicas y medioambientales explican las nuevas tendencias en la movilidad y, sobre todo, el desapego del joven hacia la tradicional propiedad del turismo. No le urge o le urge cada vez menos comprarse un coche.

¿Y sacarse el permiso? Desde luego, si piensa compartir el vehículo, necesitará el carné. Multitud de empleos y profesiones lo exigen. Y, aunque no fuera ese el caso, ser capaz de conducir un vehículo a motor confiere al titular del permiso una autonomía a la que la difícilmente renunciará.

Dicho de otro modo: en la estrategia de movilidad variada, que cada cual ha de adoptar para sus desplazamientos urbanos e interurbanos hoy día, carecer del permiso de conducir es una desventaja, un hándicap, se mire como se mire.

Que no cunda el pánico

No sabemos si el automóvil del futuro será autónomo (sobre este asunto hablaremos otro día), pero intuimos que será limpio, seguro y barato, o no será. El desafío lo tienen ante sí los fabricantes. Pero, aunque consigan esos tres objetivos, el vehículo de cuatro ruedas aún seguirá ocupando un espacio que no sobra en las ciudades, al menos en su centro. Casi todas las grandes urbes del mundo han aprobado o están aprobando ordenanzas de tráfico tendentes, más que a ahuyentar a los coches, a disuadir de su uso constante o de su utilización ineficaz.

La gente puede irse despidiendo de coger el automóvil para todo (por ejemplo, para ir a comprar el pan o el periódico dos manzanas más allá de donde vive); y sería saludable que lo hiciese motu proprio, no obligada por ninguna normativa, ya que es de sentido común. Y habrá cada vez más jóvenes que no consideren esencial comprarse un turismo, al menos de un modo inmediato; lo cual no significa que ya no necesiten saber manejar un vehículo a motor. Son cosas muy diferentes.

Que no cunda el pánico. Las autoescuelas seguirán siendo imprescindibles para enseñar a conducir y a moverse por las vías abiertas al tráfico de un modo seguro, responsable y sostenible. La formación es siempre, como diría el poeta, «un arma cargada de futuro». También la vial, no lo duden.

 

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