La crisis de los examinadores de Tráfico: punto y seguido.

Examinador de Tráfico en su trabajo
Examinador de Tráfico en Móstoles

Ya nos hubiera gustado poner «punto y final», pero de momento, esto es lo que hay. Con la cantidad de cosas interesantes que se pueden comentar acerca de los exámenes de conducir y nos vemos reducidos a la necesidad de dar vueltas y más vueltas al asunto de los examinadores. Triste tiovivo.

No nos convence situar el meollo de la cuestión en los paros porque sería no ver más que la punta del iceberg. Y lo malo de tomarse a broma la parte sumergida del iceberg es que luego llegan los ufanos transatlánticos, chocan contra ellos y se van a pique.

Nota a pie de página

No va a ser fácil recomponer las relaciones entre las autoescuelas y los funcionarios. La entente más o menos cordial, aunque no exenta de los pequeños y lógicos roces propios del quehacer cotidiano, ha quedado en numerosas provincias agrietada, maltrecha. Condenados a soportarse mutuamente, autoescuelas y examinadores tardarán un tiempo en recuperar ese mínimo de confianza sin la cual todo resulta más difícil. Ya se sabe: los engranajes sin lubricante chirrían.

El sector se siente con toda razón rehén de una situación que, antes de los paros, no era precisamente óptima en muchas jefaturas. Si hay pocos examinadores y encima se ponen en huelga, no puede haber buen rollo.

Muchas empresas con el agua al cuello

La DGT ha dicho por boca de su director general, Gregorio Serrano, que los paros no han interrumpido el servicio. Es que la huelga nunca ha sido total: tres días laborables sí y dos no. Sin embargo, hay muchas autoescuelas con el agua al cuello, que lo están pasando francamente mal. Y también hay mucho ciudadano cabreado.

Lo cierto y verdad es que en bastantes jefaturas no se ha examinado de circulación durante los lunes, martes y miércoles de cada semana, a contar desde el 16 de junio y exceptuado el mes de agosto. Son 45 días de huelga, con un seguimiento medio del 70%.

Incógnitas

Pero más allá de la huelga, el servicio de exámenes de la DGT nada en la incertidumbre. Por ejemplo, ¿se van a cumplir las risueñas perspectivas aireadas por el Organismo y la plantilla de examinadores recibirá un sustancial refuerzo durante 2018? ¡Ojo!, no valen las soluciones cosméticas.

El ministro Ignacio Zoido dijo a principios de año que hacían falta 176 nuevos examinadores, y seguramente se quedaba muy corto. Desde entonces ha habido un curso para cubrir 24 plazas, de las que sólo se ocuparon 16; estos días salen las notas de la siguiente promoción, pensada para 24 aspirantes, que se han quedado en 22. ¿Habrán aprobado todos? Experiencias anteriores desautorizan el optimismo.

Y después viene el personal de las Fuerzas Armadas y, para postre, la oposición abierta. En total y como máximo: 16 + presuntamente 22 + presuntamente 35 + presuntamente 70 = 143 (entre los confirmados y los presuntos), a los que habrá que restar los que se van jubilando, que no son pocos, y los que no superen el curso de examinadores y, por tanto, no logren pasar de presuntos a ciertos y confirmados.

Gregorio Serrano asegura que la ganancia neta será de 100 funcionarios, pero está por ver y, en todo caso, es una cantidad muy inferior a la que fijó el ministro como suficiente para ofrecer a las autoescuelas y a los aspirantes a conductores un servicio mínimamente eficaz.

Además, si les rebajan a los examinadores la ratio de 13 a 12 pruebas de circulación (cálculo hecho con arreglo a la duración del examen del permiso B; otro de los puntos del polémico acuerdo de 2015 entre los examinadores y la DGT), buena parte del refuerzo se gastará en suplir las 700 pruebas perdidas al día. Con lo cual, volveríamos a las andadas.

En fin, demasiadas incógnitas, que el tiempo irán despejando. No obstante, se nos ocurre una reflexión final: bastante arduo es ya sobrevivir en el competitivo mundo de hoy, como para hacerlo con una mano atada a la espalda. Los servicios públicos, pagados con los impuestos de todos, deberían constituir una facilidad, no una rémora.

 

 

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